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Mostrando entradas de julio, 2010

Maledicencia, el pecado del que no se habla

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Artículo anterior: Iglesia, murmuración, chisme y rumor Un sabio fue visitado por alguien que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: —Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y malediciente. Si todos tuviéramos la misma actitud del sabio, no habría maledicientes. Para que una persona hable mal de otra, se necesita alguien que escuche. El que oye es tan culpable como el que habla. Como dijera de manera cómica Tito Maccio Plauto (251—184 a.C.), el autor de comedias latino: Los que propagan el chisme y los que la escuchan, todos ellos deberían ser colgados: los propagadores por la lengua, y los oyentes por las orejas .  Maledicencia es sinónimo de calumnia, difamación, engaño, mentira, malicia y vituperio. La forma de lograr que se produzca l

Iglesia, murmuración, chisme y rumor

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Artículo anterior: Biblia y rumor Trabajé durante pocos años como pastor de iglesia, en todas las congregaciones donde estuve puse una regla que señalaba el primer día que nos reuníamos en una junta administrativa eclesiástica. Les decía a los hermanos: —En nuestras reuniones nadie está autorizado para decir nada de nadie, si no ha seguido el principio bíblico de Mateo 18, es decir, hablar con la persona en privado, luego de un tiempo haber hablado con un testigo si la persona no ha cambiado y en último término traer el tema a la junta de la iglesia, pero sepan que cuando ustedes hagan eso, no les permitiré hablar sin la presencia de la persona de la cual se va a hablar, la que tendrá derecho a defenderse y exponer su punto de vista, esta es una iglesia, no es un juzgado, ni menos un bar de amigos donde se emiten juicios y chismes de las personas. En general los miembros se quedaban en silencio sin decir nada, sin embargo, en una congregación que dirigí, una de las hermanas, leva

Biblia y rumor

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Artículo anterior: Psicología del rumor Cuando salí de la Universidad, recién graduado como Licenciado en Teología, fui llamado por la Asociación Central de Chile (actualmente Asociación Metropolitana) en Chile. El que era presidente en ese momento, el Dr. Rubén Pereyra me pidió que me quedara en la institución por esos días, puesto que se estaba efectuando un congreso de la iglesia. Accedí muy entusiasmado, sabiendo que sería la primera vez que participaría como delegado. Uno de esos días, estaba en el comedor como un flamante delegado. Me senté en una mesa donde había cinco delegados más, todos pastores. Estaba emocionado, todo era nuevo para mí. De pronto uno de ellos dijo: —Bueno, como estamos en confianza, supieron… Y se largó a contar un rumor sobre otro pastor, alguien al que todos ellos conocían, menos yo. Algunos agregaron comentarios, dijeron chistes, se rieron y el que había comenzado no paraba de agregar detalles y comentarios.

Psicología del rumor

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No generes chismes. Habla sólo sobre lo que comprendes. Chismear es como llevar la basura a la sala de tu casa y disfrutarlo. (Yogi Bhajan). ¿Qué mueve a las personas a transmitir rumores sin ningún tipo de sustento lógico ni evidente? ¿Por qué resulta más sencillo creer un rumor que la verdad simple y llanamente? ¿Qué sucede en la mente de las personas que se sienten compelidas a creer un chisme? ¿Por qué se dicen chismes de algunas personas y no de otras? Estas son preguntas que me vienen rondando en la cabeza en estos días. He estado lejos de mi país por más de doce años. Cada vez que regreso me encuentro con “novedades”, y varias de ellas relacionadas con mi persona. Confieso que al principio, las supuestas noticias me hacían gracia. Sin embargo, con los años, no sé si yo he perdido el sentido del humor o ya no me parece gracioso que algunas personas inventen historias en relación a otros.

Augurios de un nuevo milenio

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Nota aclaratoria: Escribí este artículo hace diez años, a pedido de la entonces revista Vida Feliz, el año 1999, fue publicado en diciembre de ese año, como una preparación para el nuevo siglo. Hoy lo leí, y me pareció que los conceptos que en ese momento expresé, siguen plenamente vigentes, juzguen ustedes. “Hemos fracasado sobre los bancos de arena del racionalismo demos un paso atrás y volvamos a tocar la roca abrupta del misterio”. ( Urs von Balthasar) [1] El nuevo milenio nos sorprende a cuestas con una gama enorme de significaciones. Uno de los recurrentes conceptos de este último tiempo tiene relación con la “postmodernidad”, una expresión de múltiples significados, por mucho que los filósofos de fines de este siglo se hayan esforzado por darle un sentido coherente, sigue, con ironía sintomática, digna de posmodernidad, siendo una expresión propia de los tiempos: difusa. Se respira en el ambiente intelectual en todas sus vertientes ideológicas una melancolía que tiene v

Elegancia versus sinceridad

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Lao Tse fue un filósofo chino que vivió probablemente en el siglo IV a.C. Es considerado como una de las mentes más brillantes que ha dado oriente. Mucho de su pensamiento se conserva a modo de aforismos. Una de esas gemas de pensamiento dice: Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes . Lao Tse deja en evidencia uno de las paradojas del hablar asertivo, si se quiere ser honesto, es muy difícil ser diplomático. La lógica de lo políticamente correcto Vivimos una época donde la elegancia ha reemplazado a la sinceridad. Se prefieren palabras almidonadas y de circunstancia, antes que abordar con transparencia y directamente cuestiones que a menudo simplemente son soslayadas. Los asertivos o directos, en la lógica de lo “políticamente correcto” son tildados de maneras despectivas llegando incluso al desprecio. La lógica de lo políticamente correcto es la filosofía de la simulación, de la sonrisa efectista, de las palabras que esconden medias verdades.

Los tres pilares fundamentales de un profesional

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Introducción  Toda profesión implica un acto de compromiso, similar al que se hace en un contexto religioso. De hecho, la expresión profesión viene de la expresión “profesar”, que implica creer y comprometerse. Creo que existen dos tipos de “profesionales”, los que profesan lo que hacen y aquellos que simplemente están mal ubicados en la tarea que realizan. Los primeros son los que hacen la diferencia y su trabajo se torna no sólo en una vocación, sino también en un apostolado. Los segundos, son los mercenarios, los que trabajan sólo porque necesitan sobrevivir, en ese grupo están los funcionarios, aquellos que no tienen vocación y están en las antípodas del apostolado comprometido. Los verdaderos profesionales basan su compromiso en tres pilares fundamentales: Responsabilidad, destreza e integridad.

No todo lo que parece es como es

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A menudo, cuando viajo, llevo libros y leo en el camino.  Veníamos con mi esposa desde el Paraguay. Estábamos a punto de llegar a la frontera con la Argentina; faltaban unos pocos kilómetros, cuando de pronto comencé a escuchar a una mujer que leía en voz alta. Iba en el asiento inmediatamente delante del mío. Por unos momentos intenté concentrarme en mi lectura, pero su voz y los constantes comentarios me hacían muy difícil poder seguir leyendo. Mi esposa me miraba cómo me movía de un lado al otro del asiento, fastidiado. Estaba a punto de decirle a la mujer que por favor leyera en voz baja, cuando de pronto se detuvo el ómnibus. Habíamos llegado a la frontera. Mientras nos deteníamos definitivamente, le comenté a mi esposa cómo podía haber gente tan insensible a los demás y que no pensara en que podría estar molestando a otros. Quería decirle unas cuantas cosas a la señora, para que considerara al resto.

Situaciones que no entiendo

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A través de mi vida he procurado entender. Vaciar de sin sentido los enigmas que me acosan a diario. Admiro a quienes viven como si tuvieran todas las respuestas, cuando algunos otros tenemos más preguntas que resolver que certezas de las cuales dar cuenta. Hace algunos días le contaba a una amiga que no creo en el viejo y manoseado concepto de “los temperamentos”, popularizado por Tim LaHaye en la década de 1970. Lo considero un horóscopo absurdo y amfibológico que convierte a un sin número de personas en esclavas de sus determinismos. Ella reaccionó diciendo: