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Mostrando entradas de octubre, 2010

Un funeral extraño

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Hace unos días tuve una oportunidad diferente, extraña pero, al igual que la vida, propia de la precariedad de la existencia. Acompañé a una pareja de amigos en el dolor de perder a su mascota, un bello Poddle blanco. Mientras observaba las lágrimas del niño pensé: ¿Cómo se le explica a un niño que su mascota ya no estará con él? Estuve en el momento en que su padre le comunicó a su hijo que su mascota había muerto. Vi con tristeza como fluían las lágrimas de dolor y asomaban las primeras preguntas que se le vienen a un niño que durante su corta vida ha sido educado en las convicciones cristianas:

Toque a medianoche

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Cuando la medianoche ya despuntaba se sintió el golpe profundo de unos nudillos en la puerta. La ciudad ahogó el sonido y la casa no hizo ni siquiera un eco. Los minutos pasaron con la lenta marcha de la oscuridad. Nuevamente se oyó en la profundidad de la noche el golpe de una mano sobre la puerta de madera. La ciudad emitió su lastimero susurro de medianoche y la casa apenas emitió un gemido. El aire nocturno paseaba silencioso por las calles, ajeno al sonido de esas manos que golpeaban la puerta. Un silencio aún más profundo que la noche dio paso nuevamente a esos golpes que por tercera vez ya sonaban como un plañidero canto.

Antes que sea demasiado tarde

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Recuerdo perfectamente que era un día de agosto cuando Erwin se acercó y me invitó a caminar. Me sorprendió, pero aunque no éramos amigos tampoco éramos desconocidos.  Nuestras relaciones interpersonales se mantenían en un clima de simpatía y cordialidad, pero no nos habíamos dado el trabajo de conversar.  Caminamos, y pronto comenzó a hablar. Me di cuenta de que escogía cuidadosamente las palabras. Me dijo algo que en ese instante fue muy importante para mí y que permanece en mi memoria como una de mis buenas experiencias.  Me contó cómo se había formado una mala imagen de mí, luego de haber aceptado lo que otra persona había comentado. (En ese momento yo era ayudante del preceptor del internado; un trabajo que no suele ser muy popular, aunque al cabo del tiempo trae ricas satisfacciones). Finalmente, Erwin había decidido decirme algo que nos ayudara a mejorar nuestra relación:  ―Miguel, no somos amigos ―comenzó―, pero desde hace un tiempo te he observado y he llegado a la conclus

Señor… ¡Sálvame!... ¡de mis hermanos!

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Hace algunas semanas me vi en medio de una polémica que no busqué ni quise. Me comenzaron a llegar cartas de algunos pastores que están en un foro de ministros, al cual alguna vez pertenecí. Varios me escribieron preocupados porque alguien hizo algunas acusaciones en mi contra (no menciono el nombre para no generar más polémica, no viene al caso, sólo quiero reflexionar). La persona que se refería a mi lo hacía en términos tan ácidos y descalificadores que al comienzo pensé que era algo que habría escrito algún enemigo del evangelio, sin embargo, mi sorpresa fue tal al comprobar que esa persona es un pastor, una persona que por su investidura se supone que debe tener el más alto estándar ético. Su carta plagada de descalificaciones, mentiras, imprecisiones y medias verdades, que es a fin de cuenta otra forma de engaño, se refería a mi persona incluso en términos vulgares.

El decálogo en términos positivos

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Siempre me ha llamado la atención la tendencia a la negatividad que se expresa en algunos párrafos de la Escritura, especialmente en el Antiguo Testamento. Es posible que la religión de intolerancia que se vivía en el Antiguo Cercano Oriente en ese momento, y que aún se vive en la actualidad, los hiciera respirar negatividad, antes que positividad. La ley del ojo por ojo y diente por diente los había hecho confundir las cosas y observar con una mirada fría, legalista y llena de crueldad a todo aquel que de algún modo fallara. He pensado: ¿Qué tal si entendemos el decálogo en términos positivos? Si en vez de los “no” que impregnan los diez mandamientos, empezáramos a mirar los principios positivos que hay detrás de ellos y que posiblemente no hemos entendido con claridad, precisamente por su insistencia en la negatividad. Jugando con las palabras para dejar el sentido primario de lo que allí dice esto es lo que resulta, a ver si eso nos hace ver la realidad con otros ojos, unos tal ve