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Mostrando entradas de junio, 2011

El concierto

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En este momento estoy escuchando el Concierto para Piano No 1 de Pyotr Ilyich Tchaikovsky o Peter Tchaikovsky, tal vez una de las obras más conocidas del maestro o la más popular. Suelo escucharla cuando estoy triste, me levanta el ánimo, me energiza, a ratos me hace reír y soñar, en otras me imagino que voy trotando a la orilla del mar, dando pequeños saltos mientras sonrío como un niño. La cadencia de la música me lleva por momentos de reflexión, hacia pasadizos más tranquilos y cuando pareciera que me voy a adormecer en alguna ensoñación el maestro me despierta con la orquesta en un crescendo sublime. La música tiene la capacidad de transportarnos, de mostrarnos mundos mejores, de ayudarnos a ver que detrás de la política, el poder, la traición, las mafias y todo lo que descompone este mundo hay armonía. La música nos da luz, nos mueve a mirar más allá de la oscuridad. Esta noche vi una película hermosa, quiero recomendárselas. No es de cine comercial, así que seguramente no la e

Mi universo

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Me encanta la música. Escucho música todo el día y a toda hora. Cuando estoy trabajando o leyendo, mi mejor forma de concentración es con música. Sólo que debo leer con música sin letra, de otro modo, me desconcentro. Cuando salgo a caminar o me dirijo a algún lugar, invariablemente voy con mi Ipod.

Campeones de la vida

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Hay una antigua canción del cantante argentino Alejandro Lerner titulada “Campeones de la vida”, algunos de sus versos dicen:

Ser padre en un mundo de madres

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El día que supe que Mery estaba embarazada me quedé pasmado, no porque no lo hubiéramos planeado, ni porque no lo quisiera, sino porque tomé plena conciencia de lo que significaba, la responsabilidad que conllevaba y todo lo que implicaba ser padre. El día en que Mery Alin nació fue más especial aún, no sólo porque ese día vi por fin su rostro, sino porque tomé conciencia de la fragilidad de la vida de una manera arrolladora, el mismo sentimiento que se repitió cuando nació Alexis Joel. Era capellán del Colegio Adventista de Las Condes, en Santiago, Chile. Los colegas me habían bromeado de varias formas en los días anteriores, así que cada vez que me decían, “Miguel tienes que irte al hospital tu esposa va a dar a luz”, ahora respondía con escepticismo creyendo que era una más de las bromas que me habían hecho. Estaba enseñando una clase y llegó Matilde, la inolvidable secretaria que teníamos y me dijo: ―Miguel Ángel vete al hospital, ¡tu esposa llamó!, ya está en pabellón para dar

Serenidad

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Se atribuye al teólogo luterano de origen norteamericano Reinhold Niebuhr, el haber escrito la siguiente oración:

La religión y su función

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Alguna vez Karl Paul Reinhold Niebuhr (1892-1971), el famoso teólogo norteamericano, profesor del Union Theological Seminary de Nueva York escribió: La razón de ser de la religión es consolar a los afligidos y afligir a los cómodos. Así de simple y sencilla, pero me parece pertinente reflexionar sobre esta frase y sus implicaciones.

Carta abierta a mi conciencia

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Tú y yo hemos discutido tantas veces que a veces no me quedan argumentos. ¡Qué está bien! ¡Qué no está bien! A veces quisiera silenciarte, decirte ¡Basta! ¡No sigas! ¡No quiero escucharte! ¡Prefiero tu silencio a tu locuacidad! Tus argumentos me cansan, me hostigan, quisiera tener la libertad de mandarte al diablo, de no tener que ver nada más contigo. Pero no puedo, me sigues sin que pueda evitarlo. Me hablas cuando no quiero y me aconsejas cuando preferiría tenerte en el desván de los recuerdos, al fondo, allá donde nadie pueda acordarse de buscarte. Tú y yo a veces nos entendemos, especialmente cuando se trata de juzgar a otros, de dar opinión sobre lo que está bien y mal en lo que mis vecinos y amigos hacen. ¡Qué bien me siento cuando coincido contigo! ¡Esa vez que juzgué a Juan, que le calcé exactamente, que me dijiste con claridad que lo que él había hecho no estaba bien! Uff, me sentí en la gloria. Mientras sea con los demás, no me meto contigo, estamos bien, coincidimos, nos

Tocar tu manto

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Encogida por el dolor y el silencio, sintiendo el compás de mi corazón que está a punto de explotar, sólo quiero tocar tu manto, Señor, rozarlo por un instante. Quiero sentir tu presencia, el aliento de tu voz. Voy con miedo, no quiero que la multitud me reconozca, no deseo la mirada de los santos sobre mí, no deseo que aquellos que me han apedreado tantas veces sepan que tengo la intención de tocar al Maestro. Quiero tocar tu manto, Jesús. ¡Por favor! No camines tan rápido, no te alejes de mí, sólo sé que si toco tu manto, la sangre que borbotea de mi cuerpo se detendrá y también lo harán las palabras hirientes de aquellos que me maltratan creyendo que lo hacen en tu nombre. Tantas veces he escuchado que Dios me desprecia, que estoy enferma por castigo divino y que debo estar feliz de que al menos sé que mi pecado está condenado. ¿Pero qué pecado? No tengo más pecado que otros y no recuerdo haber hecho algo especialmente malo para que Dios me castigue así.

Carta abierta a un lector intolerante

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Apreciado amigo: Tu carta me dejó sorprendido, no por su contenido, porque ya estoy acostumbrado al espíritu antagónico de quienes creen tener la razón y no aceptan una postura contraria, por más razonable que pueda parecer. Me quedé anonadado por tu actitud beligerante, por esa muestra de impiedad que hay en las palabras que usas. Tu carta, por cierto, es en “defensa de la verdad”, mi inquietud es ¿en qué momento la defensa de la verdad se convierte en una guerra contra otro? ¿Qué pasa por la mente de los inquisidores que cuando escuchan ideas contrarias a las suyas, simplemente, demudan el rostro y se convierten en “víboras para el hombre”, parafraseando la frase de Hobbes? Debo confesarte que después de leer tu carta me quedé con miedo, un profundo y visceral temor a que algún día te conviertas en una persona con poder. No quisiera estar bajo el alero de tus decisiones intolerantes, seguramente si pudieras, me enviarías a la hoguera, tal como hicieron antaño algunos con

Roger Williams y la libertad de conciencia

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Cada vez que se habla de religión surgen las reyertas en relación a lo que cree el otro, y sin dudarlo, algunos expresan pensamientos de intolerancia y exclusión digno de los más temibles inquisidores como Tomás de Torquemada, el célebre inquisidor español que hizo de la tortura y el asesinato un arte. En dicho contexto, es bueno recordar a un hombre que a veces tendemos a olvidar, pero cuyos pensamientos siguen estando vigentes, y hoy, probablemente mucho más que en décadas pasadas.

Entrevista al inquisidor

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Entrevistador (E.) : Muy buenas tardes, ¿cuál es su nombre completo? Gran inquisidor (GI) : Tomás de Torquemada E. : ¿Cuál es su cargo? GI : Inquisidor General de Castilla y Aragón, además tengo el privilegio de ser el confesor de la Reina Isabel la Católica. E .: ¿Me podría explicar cuál es su trabajo exactamente? Para que nuestros lectores lo puedan entender. GI. : Muy simple, he recibido la orden de perseguir, expulsar y aniquilar a todos los herejes. Tengo que encontrarlos y sacarlos de sus madrigueras, para poder mantener la fe pura. E. : ¿A qué se refiere con fe pura? GI .: Me extraña que haga esa pregunta, por supuesto que es a la fe católica, la que enseña nuestra madre iglesia, la única, no hay lugar para otra verdad.

Religión adolescente

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Me gusta conversar con adolescentes, muchos de ellos tienen opiniones tan definidas que parecieran que nacieron sabiendo, lo que no admitirían aunque les apretaran el cuello es que muchas de sus opiniones no son más que el reflejo de lo que han recibido de sus padres y del medio ambiente donde se han criado, en general, es difícil encontrar originalidad en lo que opinan. ―El otro día me visitaron unos Testigos de Jehová ―me dice el adolescente― ellos están mal, ¿verdad? ¿Se van a perder? ―En realidad, no puedo decirte si se van a salvar o perder, no me corresponde ―le digo, no muy interesado en un tipo de conversación de ese tipo. Pero, la reacción que tiene me motiva a continuar, pues a continuación me dice: ―Es que ellos no tienen la verdad, por eso, Dios simplemente los va a condenar.

El Manual de Mefistófeles

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C. S. Lewis, el legendario escritor inglés escribió un satírico pero profundo libro titulado Cartas del diablo a su sobrino (Madrid: Ediciones Rialp, 2004). Con el típico humor inglés sarcástico e incisivo, el libro va mostrando los consejos que el diablo le da a su sobrino, un aspirante a diablo… El libro deja una profunda reflexión, es preciso entender las artimañas de quien es alguien que hay que conocer, no para imitarlo sino para comprender su forma de proceder. No hablo nunca del diablo, porque se ha convertido en la piedra de toque de la ignorancia y del fanatismo. De la ignorancia porque mucha gente culpa al diablo de las tonterías más insignificantes o de los acontecimientos más trascedentes, sin darse el tiempo para pensar en su propia responsabilidad. Y del fanatismo, la otra cara de la ignorancia, no menos dañina que sataniza todo y a todos, con el fin de que alguna idea previa tenga éxito y se permitan ciertas actitudes y normas y demases… de hecho, sé con certeza que a

Siempre sale el sol en el horizonte

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Me encantan las mañanas. Mi mejor hora del día es la madrugada y especialmente cuando aparece el sol en el horizonte, para mí, es un mensaje de esperanza, la noche ha sido negra, pero el día renace con toda su luminosidad, es como si la naturaleza nos diera un espaldarazo y nos dijera: ―No te preocupes, todo va a estar bien, respira profundo, sigue adelante, nunca es tan oscuro que el sol no pueda volver a iluminar. En ocasiones el dolor nos hace perder perspectiva. Nos olvidamos de lo que tenemos y de lo que hemos tenido, de los recuerdos buenos, de las alegrías, de la bonanza de otros días. Alguna vez leí que la presentadora de televisión Oprah Winfrey tenía una agenda, donde anotaba las buenas experiencias que había vivido, y si en algún momento estaba desanimada, o le sucedía algo que la hacía perder el buen ánimo, simplemente iba a la agenda y leía en la fecha pasada lo que había vivido y se decía a sí misma: “En un día como hoy tuve una buena experiencia, fue un buen día y pu

Las palabras que nos condicionan

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El lenguaje no sólo es un mecanismo de transmisión de ideas, es también el mayor condicionante que existe. Por vocablos, insulsos o carentes de sentido la gente es capaz de golpear y aún de matar. Nunca hay que minimizar el efecto que las palabras tienen sobre las mentes y emociones de las personas. En las iglesias suelen utilizarse expresiones, que aparentemente, están libres de cargas emotivas o desligadas de ignorancias y prejuicios, sin embargo, no es así. Dos de ellas en especial son contaminantes para el verdadero sentido de la misión cristiana: “Clero” y “laico”. Laico La expresión laos que da origen a la palabra laico es usada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento para referirse al pueblo elegido de Dios y en ningún caso para separar a un determinado grupo de personas de otra, en este sentido, “los ministros también son laicos”. [1]   Es decir, cada creyente es un ministro del pueblo de Dios .  Y en este sentido vale la frase de T.  W.  Manson que sostiene que ca